"La Informática: Hacia una simbiosis de Ciencia, Técnica y Humanidades"
Ateneo de Madrid, 25 de Setiembre de 1.997, en colaboración con la Asociación
de Ingenieros en Informática de Madrid.
Introductor:
Dr. D. Alvaro López Ruiz, Presidente
de la Sección de Ciencia y Tecnología, Ateneo de Madrid.
Conferenciante:
D. Ignacio Boixo Perez-Holanda,
Licenciado en Informática.
Resumen de la conferencia:
La civilización que quizás más haya marcado la sociedad actual bien
pudiera ser la civilización griega. El tema de la conferencia es encontrar
cierto paralelismo, aun reconociendo explícitamente que los planos son muy
distintos, entre las causas que hicieron que la civilización helena dejase un
mensaje fecundo donde otras no son más que polvo de la historia, y las
posibilidades que la informática ha abierto para, convenientemente utilizadas,
poder repetir ese éxito histórico.
Bien pudieran destacarse tres factores críticos del éxito de la
civilización helenística, y su pervivencia cultural.
Se dispuso en cantidades abundantes de soporte documental. Aprovechando
los avances de los egipcios con los papiros, las técnicas del Oriente Medio con
las tablillas, y la solidez de los pergaminos, las ciudades/estado consiguieron
fundar bibliotecas en un número realmente importante. El trabajo de los
copistas fue concienzudo. Tal es así, que se cuenta la historia de cierta
persona de una colonia griega que, para hacer pasar su nombre a la posteridad,
no tuvo mejor idea que pegarle fuego a la biblioteca. De hecho, una de las
mayores pérdidas del saber humano fue el todavía inexplicado incendio de la
biblioteca de Alejandría, cuando ya el Imperio Clásico declinaba.
Al contrario que en civilizaciones precedentes, el saber era una
ocupación a la que todo ciudadano estaba tentado. El reflejo político de la
democracia, si bien no alcanzaba a los ilotas, sí que hacía que los ciudadanos
libres tuvieran un grado de conocimiento que otras civilizaciones habían
tratado de impedir. Este hecho permitió que se alcanzase una considerable
"masa crítica", donde la búsqueda del conocimiento entrelazaba a
muchos partícipes, cada uno aportando en el ágora común su contribución,
bien como puntos de vista originales, bien, al menos, como receptor reflexivo de
conocimientos.
El tercer factor quizá fue el método lógico. Los trabajos de los filósofos
griegos, que tomaron buena parte de sus raíces en escuelas precedentes,
consiguieron desarrollar un formidable método para separar a los sofismas de la
auténtica búsqueda del conocimiento. De hecho, la lógica actualmente
utilizada es deudora de Aristóteles, como más clásico exponente, aunque ni
mucho menos el único, de la sistemazatición en el descubrimiento de la verdad.
El almacenamiento de la información en sistemas informáticos
reemplaza a las clásicas bibliotecas. Un libro, mirado bajo cierto punto de
vista, no es más que una secuencia de caracteres alfabéticos almacenados.
Estos caracteres alfabéticos pueden guardarse, de una forma muchísimo más
económica, en soportes físicos de tipo magnético u óptico, mucho más
eficientes que los pigmentos sobre celulosa prensada que constituyen la base física
de un documento escrito, desde el papiro hasta el libro impreso.
La definición clásica de unidad de información es aquella que disipa
la indeterminación en un sistema que pueda tener dos estados equiprobables. Por
ejemplo, saber si una moneda ha caído como cara o como cruz (suponemos que
nadie la roba mientras vuela) aporta una unidad de información. Esta unidad de
información, que es binaria por estar basada en dos estados, se denomina dígito
binario, utilizándose el acrónimo bit por brevedad. En el diccionario de la
Real Academia "Unidad de medida de información equivalente a la elección
entre dos posibilidades igualmente probables".
El bit es todavía una unidad demasiado pequeña a efectos prácticos,
pero ya tiene una propiedad primigenia: Toda la lógica va a estar basada en dos
estados si/no, encendido/apagado, circula/parado, alto/bajo.
Esta lógica de dos estados se adapta particularmente bien a las máquinas
electrónicas. La unidad convencional de medida es el byte, que son ocho bits
agrupados conjuntamente. Un byte tiene doscientos cincuenta y seis estados
diferentes. Como el número de letras de un alfabeto, más los símbolos de
puntuación, es inferior a esta cifra, un libro puede ser transcrito almacenando
cada letra y símbolo en forma de un byte.
Un ensayo de regular tamaño bien puede tener 25.000 palabras,
aproximadamente 100.000 letras o bytes. Un disco compacto, de los utilizados
para almacenar música, tiene una capacidad de 600 millones de bytes,
equivalente a 6.000 ensayos, que equivalen al tamaño de una biblioteca. La
diferencia está en que un disco compacto cuesta materialmente 100 pesetas, que
es una cantidad despreciable en relación con el coste de papel, tinta y
manipulación de 6.000 ejemplares. La siguiente generación de discos compactos,
denominados DVD (Videodisco Digital), por el mismo precio son capaces de
almacenar 20.000 millones de caracteres, cifra más que suficiente para
almacenar todos los textos conocidos de la civilización helénica.
Tenemos entonces que, por primera vez, la información se ha
desprendido de su soporte material. A efectos prácticos, es posible almacenar y
manipular cantidades ilimitadas de información escrita. El acceso a esta
información está siendo enormemente facilitado gracias a la utilización de
interconexión de redes de sistemas informáticos, actualmente conocida como
Internet.
En los años sesenta, investigadores Norteamericanos recibieron el
encargo de conectar entre sí los ordenadores que disponía el Gobierno, de
manera que aun en el caso de un ataque nuclear, los ordenadores supervivientes
pudieran seguir comunicándose entre ellos. El resultado fue un sencillo y
robusto protocolo de comunicaciones, sucintamente denominado "Protocolo
entre redes", en inglés "Internet Protocol" o su abreviatura IP,
que pronto enlazó a los centros gubernamentales y, especialmente,
universidades. El éxito de este protocolo, así como de las múltiples
utilidades que se diseñaron para utilizarlo, con el nombre de TCP/IP, hizo que
el mundo académico, uno de los más transnacionales por naturaleza, pronto lo
adoptase como propio. Cualquier universitario podía ya enviar sus preguntas y
resultados a cualquier otro.
Sin embargo, el público común continuaba al margen de este proceso,
dados los profundos conocimientos requeridos para poder manejar esta red. Tim
Berners-Lee, investigador del CERN (Centro Europeo de Investigación Nuclear),
inventó en 1.989 el concepto de Word Wide Web o WWW (Telaraña Mundial),
utilizando un formato de hipertexto (HTML), de manera que cualquiera que leyese
un documento lo viera cómodamente representado en su ordenador y, lo que es aun
más importante, con un sistema de hiperenlaces para que una cita a otro
documento, mediante unas sencillas pulsaciones, permitiera la transferencia al
documento citado y continuar desde allí la lectura. Un programa Norteamericano
de libre distribución, denominado Mosaic, rápidamente se popularizó en el ámbito
universitario para que mediante el protocolo HTTP, a su vez basado en TCP/IP,
los documentos escritos en HTML fueran fácilmente accesibles. Esta conjunción
de iniciativas simplificó enormemente el acceso a la información, que rápidamente
rebasó el ámbito universitario convirtiéndose, desde 1.993 en el fenómeno
global Internet.
Gracias a la Internet, es posible acceder a toda la información desde
cualquier punto. Significa, lisa y llanamente, que el espacio ha dejado de ser
un obstáculo. La Internet pone a disposición del lector toda la información pública
almacenada en cualquier ordenador en cualquier lugar del mundo.
Para publicar un conocimiento, simplemente es necesario introducirlo en
un ordenador y ponerlo accesible a la Internet. Cualquiera, desde ese momento,
puede recuperar ese conocimiento.
Son necesarias cierto tipo de herramientas adicionales para acceder a
la información, que sigue pareciéndose a buscar una aguja en un pajar cada vez
más grande. Existen indizadores (denominación Real Academia, indexadores en el
argot informático) que son capaces de haber leído todo lo publicado en
Internet y saber, en qué documentos, se cita, por ejemplo, la palabra
"Ateneo" (7.790). También estos indizadores admiten preguntas más
complejas, como conocer los documentos donde se cite las palabras
"Ateneo" y "Madrid" (341) pero no se cite la palabra
"debate" (314). Gracias a estos indizadores, donde quizá Altavista es
el más utilizado, es posible hacer búsquedas más sencillas por esta red
universal.
La banalización del soporte de los datos y de su transmisión han
creado un nuevo mundo virtual, que en la novela de ciencia-ficción Neuromante (Neuromancer),
escrita en 1.984 por William Gibson, bautizó como "ciberespacio".
Este espacio virtual no tiene correspondencia con las dimensiones del espacio físico.
El largo, ancho y alto se ha sustituido por la topología de la red, que además
está habitualmente oculta al público. Ya Ortega y Gasset, en las
"Meditaciones del Quijote" advirtió: "sin un concepto no sabemos
bien donde comienza y termina una cosa. El concepto nos da la forma, el sentido
de las cosas". Para aprehender este concepto de ciberespacio, ciertas
descripciones de Neuromante están particularmente bien conseguidas, y trazan un
símil de cómo los cibernautas (personas que navegan en el ciberespacio) saltan
de un ordenador a otro, representando la información mediante juegos de símbolos
y colores asumibles por una mente humana acostumbrada a un espacio físico.
Estos argonautas redivivos navegan por una Hélade virtual en busca de nuevos
vellocinos de oro, donde ya el símbolo es puro símbolo sin representación
material.
Es esta Hélade, privada de las restricciones que impone la materia, y
virgen (todavía) de cualquier pensamiento estructurador, donde se presenta una
nueva oportunidad, milenios después, de realizar la simbiosis de Ciencia, Técnica
y Humanidades que nuestros predecesores helenos consiguieron. Es este el sitio
en el que faltan nuevos filósofos que hagan la labor de dar un sentido lógico
a estas posibilidades en bruto.
La vieja división material de Ciencia, Técnica y Humanidades creada,
entre otros muchos factores, por las diversas herramientas y formas en que cada
campo del conocimiento estaba dividida, podrían llegar a converger en un mundo
inmaterial donde Ciencia, Técnica y Humanidades no sean más que una misma
representación de un conocimiento global.
Se está intentando poblar este ciberespacio, además de con personas físicas
conectadas a terminales, mediante unos programas autoadaptativos denominados
"Agentes inteligentes". Estos nuevos ilotas son encargados por sus dueños
de recorrer los confines del ciberespacio buscando la información que se les
ordena. Obviamente, este tipo de programación, que además tiene que adaptarse
autónomamente a las condiciones de cada rincón del ciberespacio, plantea un
sinnúmero de problemas. La información textual, en forma de secuencia de
palabras, es más o menos
analizable mediante técnicas de recuperación bibliográfica. Sin embargo, los
métodos para poder comparar dos dibujos, para poder seleccionar el rostro de
una persona determinada entre las fotografías de un álbum está todavía
incipiente. La semántica de la información plantea aún más arduas
dificultades.
La lógica que ha de servir como base a estos programas se resiste a
avanzar al mismo ritmo que el soporte material. En los cimientos se utiliza el
álgebra de Boole, del siglo XIX, que está basada en sistemas con dos estados.
La máquina de Turing, presentada a mitad de este siglo, sigue siendo el esquema
arquitectónico fundamental de los ordenadores. No se sabe muy claramente cómo
hacer para que el procesamiento de la información discurra realmente en
paralelo, como funcionan las neuronas cerebrales, por lo se utiliza la enorme
velocidad de los procesadores para realizar las operaciones de una en una,
secuencialmente, pero en tiempo finito.
La forma de expresarse, el lenguaje, es lo que quizá más retrasado
esté. Los lenguajes de programación están basados en variantes de las gramáticas
transformativas formuladas por Noam Chomsky en los años cincuenta.
Adicionalmente, se utilizan diversos iconos y símbolos, cuasi inspirados en
Farenheit 451, donde Microsoft, con su sistema de iconos/ventanas/windows, tanto
éxito ha obtenido.
Este es un campo que está esperando nuevas formas de expresión,
personas que desde una tradición humanística sean capaces de construir los
nuevos bajíos con los cuales navegar en este ciberespacio. La ausencia de estas
personas simplemente abre paso a sofistas, embaucadores y fenicios cuyas obras
no perduran.
La formulación de Godel, a principios de siglo, de su famoso teorema,
por el cual demostraba la incompletitud de las lógicas formales, acabando con
la quimera de una lógica que todo lo pudiera abarcar y que para todo tuviera
respuestas, fue una cura de humildad a la soberbia decimonónica. Esta formulación
cuasi-coincidió en el tiempo con el teorema de Heindeberg, por el cual no es
posible conocer simultáneamente la posición y el movimiento de una partícula.
Esto impide llegar al conocimiento absoluto del mundo físico, lo mismo que el
teorema de Godel impide universalizar el mundo lógico.
La omniscencia vuelve a ser un atributo divino, vedado a los mortales,
por muy ciberespaciales que éstos sean.
Desde esta humildad, sabiendo lo limitado de los esfuerzos humanos, es
desde donde podemos, como los ciudadanos helénicos que nos precedieron,
volvernos a plantear la búsqueda de la verdad y del conocimiento, en todas sus
facetas, aprovechando el caldo de cultivo que el ciberespacio supone. La informática
se ha democratizado, está al alcance de absolutamente cualquier ciudadano, y es
un nuevo ágora donde las ideas pueden ser debatidas, las propuestas pueden ser
difundidas y las enseñanzas recibidas. En palabras de Silvio Alexandre:
"El ciberespacio es la patria y tierra natal de la era de la información -
el lugar donde los ciudadanos del futuro están destinados a habitar".
El modelo tradicional, basado en soportes materiales, que ha sido la
cuna del conocimiento de los últimos dos milenios, está dejando paso a un
nuevo modelo, idéntico en lo esencial pero distinto en la plasmación, al
superar el lastre de lo material para pasar a planos virtuales, espacios cibernéticos
donde la representación de la realidad tiene la misma forma que la representación
de la imaginación, donde todo es posible en un mundo por crear que sólo espera
un nuevo "fiat lux", un nuevo grupo de personas que lo pueblen para
cambiar, una vez más, la forma de mirar y la forma de ver.