LA INFORMATIZACION DE LA BUROCRACIA
Ignacio Boixo
Madrid, 10 de Octubre de 1.990
UN ANTECEDENTE: LA MECANIZACION EN LA INDUSTRIA.
"Hasta que la gallina no aprenda a entrar en la cazuela, seguiremos
necesitando servidores". Esta sentencia, atribuida a un filósofo griego,
puede verse cumplida con un matiz: es la cazuela la que puede aprender a atrapar
la gallina. Eso sí, la cazuela estará controlada por ordenador.
La evolución de la industria manufacturera es ilustrativa. En sus
comienzos, el principal problema era generar la suficiente fuerza motriz; para
ello se desarrollaron máquinas de vapor cada vez más grandes, potentes y
complejas. Llegó un momento en que se podía disponer de la fuerza motriz
necesaria y las fábricas crecieron cada vez más, ya que las series de
productos fabricados podían ser más grandes y su precio unitario menor.
Este crecimiento trajo consigo otro problema, el de la distribución de
la fuerza motriz. Al principio, todas las máquinas estaban concentradas al
generador de fuerza motriz mediante poleas, engranajes y árboles de transmisión.
Este sistema se reveló pronto como inadecuado, ya que todas las máquinas tenían
que funcionar al unísono, y bastaba un atasco en cualquier elemento del
conjunto para que la sincronización se perdiese y empezasen a surgir los
problemas. Además de esto, el tamaño máximo de la fábrica no podía exceder
cierto límite, por las pérdidas de energía en la maraña de poleas y
engranajes.
La electricidad, tenida como curiosidad científica durante mucho tiempo,
vino a solucionar este problema. Pronto las fábricas empezaron a sustituir la
transmisión mecánica de energía por transmisión eléctrica. A partir de ese
momento, vino la edad de oro de las grandes fábricas; miles de personas se podían
agrupar en el mismo edificio para producir enormes series de fabricación. Parecía
que la producción en grandes fábricas iba a terminar con la industria más
tradicional, pero su propio tamaño se reveló como su principal enemigo: las
hacía incapaces de adaptarse al entorno cambiante.
En la llamada "crisis del petróleo" hemos visto claros
ejemplos. La industria USA del automóvil se vio, de la noche a la mañana,
produciendo enormes coches que habían dejado de interesar por su voraz apetito
de gasolina.
Pero como el progreso no se detiene, la reacción no se hizo esperar: en
vez de tener una sola fábrica enorme, una compañía industrial se diversifica
en varias fábricas de tamaño más adecuado, a ser posible distribuidas en
varios países, y aunque el tamaño y la producción de la industria continúa
aumentando, es capaz de adaptarse mejor al medio y, a veces, de hacer que el
medio se adapte a ella. Dentro de un tiempo asistiremos al próximo capítulo de
esta interesante historia.
LA MECANIZACION DE LAS ADMINISTRACIONES.
Desde la creación de las modernas organizaciones industriales, se
sentaron las bases teóricas para aplicar los mismos principios de organización
del trabajo en los procesos administrativos, ya que al estar en el mismo entorno
social, su funcionamiento es cualitativamente similar. El aumento de la producción
industrial hace surgir la necesidad de administraciones más grandes y
eficientes, las cuales copian su modelo de organización interna de la
industria, más avanzada en estos aspectos, e implantan los principios
tayloristas de división de un trabajo sus operaciones elementales, ejecución
de cada una de estas operaciones por una persona asignada a este cometido específico,
reglamentos e instrucciones rígidas para realizar cada proceso, etc.
La máquina de escribir, la sumadora y la telegrafía sentaron las bases
técnicas de las modernas organizaciones administrativas. Si la industria
dispone de abundante maquinaria, y organización para utilizarla, la
administración, con sus tres únicas y limitadas herramientas, corría el
riesgo de crear auténticas joyas kafkianas. En esta situación necesita dotarse
de nuevas herramientas que, gracias a la electrónica, empiezan a aparecer. Las
tabuladoras consiguen crear las primeras facturaciones no manuales y, en los años
50, aparecen los primeros ordenadores. La administración ya puede plasmar en
realidades las bases teóricas de funcionamiento, inspiradas en los modelos de
la industria, con máquinas adecuadas para el tratamiento de la información.
Una administración instala un ordenador para hacer los procesos
repetitivos de mayor volumen: nóminas, contabilidad, facturación, etc. Las
ventajas, como en el caso de la industria, empiezan a aparecer inmediatamente.
Los inconvenientes, también.
Realizar una factura ya no es un proceso que necesite una persona, una máquina
de escribir y una calculadora, sino que se pueden juntar muchas facturas en un sólo
proceso y calcularlas juntas, costando la emisión mecanizada de cada factura
una fracción de la emisión manual. Además del precio, también se hacen
patentes las ventajas de una economía de escala: calidad uniforme, organización,
facilidad de control, reducción de "puntas" de trabajo, etc. Pero
mientras en el proceso manual el administrativo podía percibir y corregir
errores al hacer la factura, el ordenador apenas podía detectarlos.
Para que los ordenadores funcionasen correctamente, los datos y reglas de
facturación no debían contener excepciones, y la corrección de errores se
convirtió en el trabajo más absorbente. Los datos se daban a grabar al centro
de cálculo, que los reescribía en un soporte adecuado para el ordenador, como
fichas perforadas o cinta magnética; el ordenador los procesaba, y devolvía
los resultados y errores al departamento de facturación. Facturación, con los
listados recibidos, hacía las modificaciones oportunas, que seguían el mismo
camino: grabación, procesamiento y obtención de resultados.
Este círculo de dar datos al ordenador y, con los resultados obtenidos,
dar nuevos datos, era lento, ya el ordenador sólo podía realizar un proceso
cada vez, y cambiar de un proceso a otro llevaba mucho tiempo. Además, las
reglas para hacer una factura sufrieron una profunda transformación a manos de
los "programadores", encargados de manejar el ordenador, que entre
ellos hablaban un extraño lenguaje, y llamaban "usuarios" al
departamento de facturación.
A pesar de todo, el progreso no se detiene y la facturación depende cada
vez más del ordenador. Los errores vienen más depurados, las facturas cada vez
más completas, y apenas quedan casos en que haya que realizar una factura a
mano.
La facturación crece en complejidad, y datos y ficheros están cada vez
más integrados en el ordenador. El ordenador tiene ya discos magnéticos que
contienen la información que antes estaba en papel, con lo que el acceso a
cualquier dato es prácticamente inmediato. La facturación se hace dependiente
de esos ficheros y, poco a poco, los únicos ficheros importantes son los del
ordenador.
El ordenador sigue creciendo y ya puede realizar varios procesos a la
vez, de manera que diversos departamentos, sobre todo los que más trabajo
tienen, confían sus procesos repetitivos al centro de cálculo, donde insisten
en llamarles "aplicaciones". Como estas aplicaciones tienen parte de
su información común, en el ordenador se empiezan a crear ficheros comunes que
ya no pertenecen en exclusiva a un sólo departamento, sino que están
compartidos.
Gracias a los avances en comunicaciones, el ordenador dispuso de dos
tipos fundamentales de máquinas terminales para relacionarse con el
departamento de facturación: Pantallas con teclado e impresoras.
Con estos terminales, el departamento de facturación pudo introducir sus
datos directamente en el ordenador, mediante la pantalla, y recibir sus
resultados mediante la impresora. A partir de entonces, ya son los propios
usuarios los que teclean sus datos y reciben directamente sus resultados. Además,
pueden acceder a los ficheros para consultarles y modificarles, y las mesas están
siempre llenas de listados del ordenador.
El ordenador es ya imprescindible, porque muy poca gente de facturación
sabe hacer realmente una factura y, aunque quisieran volver al método manual,
no podrían, ya que el departamento se ha reestructurado en función del
ordenador, que además es quien tiene los datos y prácticamente el control del
proceso.
En todo esto, el departamento de facturación ha perdido mucha gente,
normalmente más de la mitad, y autonomía, ya que las reglas operativas las
marca el ordenador. Sin embargo, hacen muchas más cosas que antes. Obtención
de estadísticas, conexiones con otros departamentos, procesos más acelerados,
etc. Y surge otro problema: mientras que al principio las reglas de facturación
eran simples, y el ordenador hacía pocas cosas diferentes, ahora las reglas son
cada vez más complicadas y el ordenador toca casi todos los puntos del
departamento. Pedir un simple listado que no esté previsto es una aventura; en
el centro de cálculo dicen que lo programarán en cuanto puedan, pero que su
cartera de trabajos tiene completos ¡los próximos tres años!.
Por otra parte, el ordenador tiene cada vez más trabajos que realizar a
la vez. Todo el mundo parece haberse puesto de acuerdo para usar sus terminales
a la misma hora, lo que crea problemas de saturación. Los programas encargados
de controlar lo que está realizando el ordenador son cada vez más complicados,
lo que a su vez crea más trabajo al ordenador y a los programadores. Si el
ordenador falla por cualquier motivo, todo se paraliza; en fin, el ordenador
central empieza a no poder adaptarse a la transformación que experimenta su
entorno.
Ante esta situación, han surgido dos soluciones complementarias:
Ordenadores de sobremesa y lenguajes de interrogación.
Los ordenadores de sobremesa (personales) nacieron en los años 70 para
uso casi doméstico, pero cada vez se les usa más en la administración, en los
procesos que no requieren la potencia del ordenador central. Proceso de textos
en sustitución de máquinas de escribir, hojas de cálculo en sustitución de
sumadoras, agenda, pequeños ficheros, gráficos sencillos, etc. Además,
funcionan como terminales del ordenador central si se precisa.
Los lenguajes de interrogación son un medio para que sea el propio
solicitante de un trabajo el que defina que es lo que quiere obtener. Mediante
estos lenguajes, una persona sin apenas conocimientos de informática puede
pedir un listado de, por ejemplo, todas las facturas que lleven más de 15 días
sin abonarse, y cuyos importes estén comprendidos entre el millón y dos
millones. Los programadores del centro de cálculo siguen utilizando sus clásicos
y complicados lenguajes para hacer los programas básicos, y los usuarios,
mediante los lenguajes de interrogación, pueden obtener los listados, estadísticas
e informes que deseen directamente, sin necesidad de que una persona del centro
de cálculo lo programe.
Los ordenadores de sobremesa y los lenguajes de interrogación están
diseñados para que sea el propio solicitante el que resuelva autónomamente
algunas de sus peticiones, de una forma cómoda, flexible y adaptada a sus
necesidades, sin que sea preciso recargar el trabajo del centro de cálculo con
peticiones que puede resolver el usuario mismo.
En facturación, las secretarias ya tienen ordenadores para escribir
textos, mantener agendas y archivos, las consultas se hacen con lenguajes de
interrogación, en el ordenador central están todos los datos de interés, y
alguno ha propuesto poner un terminal en cada puesto de trabajo,... lo que
sucederá antes de lo que se imagina.
INTEGRACION DE LA INFORMACION
Al igual que en la industria la producción mecanizada ha arrinconado a
la producción artesanal, en la administración pasa lo mismo: Apenas quedan
sectores administrativos importantes sin mecanizar.
La información, que es la materia prima de las administraciones, también
se está trasformando. Es observable que los cuestionarios, informes, impresos,
etc. cada vez son más parecidos, aunque traten temas muy dispares, ya que como
todos ellos son mecanizados, los requerimientos que deben cumplir son similares.
La identificación mediante un código es ya una costumbre, debido a que, para
un ordenador, dos nombres son diferentes aún cuando sólo tengan una letra
variada, y para evitarlo se asignan códigos.
En una entidad, los datos operativos son los que están en el ordenador,
ya que con ellos se cuenta para emitir cualquier clase de resultado. Los datos
fuera del ordenador requieren proceso manual y, desde el punto de vista
operativo, son menos útiles, ya que no son fácilmente integrables con los demás.
Además, se supone que los datos mecanizados son más fiables, o por lo menos más
uniformemente veraces, ya que han pasado por procesos de depuración
normalizados, y son coherentes, en principio, con el resto de la información de
que se dispone.
Las reglas de funcionamiento son cada vez más similares, ya que si se
utilizan las mismas máquinas y los mismos modelos de organización, la forma de
trabajar en departamentos o entidades distintas han de ser cada vez más
parecidas básicamente.
En estas condiciones de uniformidad quedan integrados los datos y las
reglas para posibilitar economías de escala. Con lo normalizado y mecanizado,
es posible producir más resultados con menos recursos, producir nuevos
resultados con los datos ya disponibles, cambiar las reglas y que los datos
sigan valiendo, cambiar trabajo personal por trabajo mecánico, obtener
resultados más uniformes, adaptarse rápidamente a los cambios que se
produzcan, etc. Se obtienen las mismas ventajas que en la producción industrial
mecanizada frente a la artesana.
Las excepciones constituyen uno de los problemas principales para lograr
esta integración. Los procesos mecanizados no suelen admitir notas al margen,
salvedades, advertencias, etc. Debido a la propia mecanización, el refrán
"Cada regla tiene su excepción" habría que traducirlo como
"Cada excepción tiene su regla". Como programar una regla es igual de
costoso se use muchas o pocas veces, los casos particulares son caros, cuando no
imposibles de programar. Por eso, la mecanización ha avanzado más deprisa en
los sectores que tenían sus datos ya normalizados: Banca, contabilidad, nóminas...
Las reglas también se han transformado. Cada vez las normas de
tratamiento de la información están más orientadas a ser realizadas con máquinas.
Los antiguos reglamentos son menos necesarios porque están incorporados a los
programas del ordenador y, como a un ordenador, por mucho que se le halague o
amenace, va a hacer exclusivamente lo que tiene programado, las
"desviaciones" no existen.
Entre los informáticos circula el axioma "Todo programa tiene un
error", con su corolario "Una vez descubierto el error, aparecerá
otro". Esto significa que es imprescindible establecer controles de
calidad, instrucciones para casos de error, y acciones adecuadas para detectar y
subsanar fallos, funciones que sólo la capacidad de las personas pueden
realizar.
La recogida de información es otro problema. ¿Cómo hacer que los datos
lleguen al ordenador?. La solución parece estar en llevar el ordenador a los
datos. Pantallas, cajeros automáticos, envases con códigos de barras, nos
indican el camino que se está siguiendo. Por otra parte, la comunicación
ordenador-ordenador es cada vez más frecuente.
Debido a la mecanización, las personas directamente dedicadas a la
producción de bienes y servicios ha disminuido, y las dedicadas al manejo de
información ha aumentado hasta alcanzar, en algunos países, más de las dos
terceras partes del total. Algunos importantes sectores como Banca, Administración
pública, Agencias, Seguros, etc. tratan casi exclusivamente información en
diversos documentos y, en cualquier entidad, la mayoría de los puestos de
trabajo no tratan los bienes producidos, sino información sobre ellos. Es en
este enorme sector de empleados donde se va a sentir con más fuerza el proceso
mecanizado de la información.
CONSECUENCIAS EN LOS PUESTOS DE TRABAJO
Como las nuevas técnicas están en plena evolución, fuerzan un cambio
permanente del número y contenido de los puestos de trabajo. Esta mutación no
tiene porqué detenerse en un futuro previsible, sino que cada vez va a ser más
acelerada.
Para poder navegar en este mar de incertidumbres, la asignación de
personas a funciones va a ser más intensamente estudiado como un problema de
asignación de recursos, de la misma forma que se planifica el resto de la
organización. Esta asignación de recursos no va a ser fija, sino que dependerá
de las circunstancias de cada momento. El escalafón, la constancia de
relaciones jefe-subordinado, la asignación de cada categoría profesional a
unos cometidos claros, se están viendo sacudidos por estas mutaciones.
Ciertas categorías profesionales van a desaparecer, o a quedar muy
reducidas, y los nuevos empleos se están creando en sectores emergentes,
algunos de ellos de nueva creación.
Este cambio permanente provoca problemas humanos imprevisibles, ya que,
como dijo un poeta contemporáneo alemán, "Trajimos mano de obra y nos
encontramos con personas".
La reducción de plantillas, en los sectores administrativos
tradicionales, es una realidad observable. Si el trabajo que antes se hacía a
mano, ahora lo realiza una máquina, obviamente se suprimen administrativos,
aunque las industrias fabricantes de máquinas puedan aumentar sus efectivos. La
única forma de mantener la plantilla es crear nuevas funciones, o potenciar las
existentes. Esta creación de funciones se ve muy facilitada por el hecho de
que, en un entorno cambiante, siempre surgen nuevas demandas que se pueden
satisfacer.
La descualificación profesional es otro problema real. En los procesos
no mecanizados, cada persona debe saber cómo se hacen las cosas, ya que de lo
contrario no podrá trabajar. Con las máquinas, en ocasiones son ellas las que
saben como hacer el trabajo, quedando reducido el empleado a un mero introductor
de datos, sin tener conciencia clara de como funciona el sistema.
Sin embargo, también se necesita una recualificación profesional. Las
nuevas máquinas y las nuevas formas de trabajo precisan personas que sepan como
trabajar en este nuevo entorno y sacarle el máximo rendimiento, que sean
capaces de corregir errores, tratar excepciones y hacer frente a las situaciones
imprevistas. Estos eventos suceden, y es aquí donde se precisa una intervención
inteligente, no planificable, adaptable; en suma, una persona. Pero la formación
adicional para adaptarse al nuevo puesto de trabajo suele ser un esfuerzo del
empleado, que no es retribuido ni reconocido en muchas ocasiones. Los planes
serios de formación profesional suelen brillar por su ausencia, y los que hay,
parten implícitamente de la misma convicción: Las horas dedicadas a formación
deben correr preferiblemente a cargo de la persona, no de la entidad.
El concepto clásico de jerarquía tampoco ha quedado al margen de la
cuestión, sobre todo en su aspecto técnico. La supremacía de experiencia y
conocimientos, en un entorno cambiante, donde los conocimientos adquiridos
pueden perder rápidamente su utilidad, y la experiencia no es un valor
absoluto, ya que las circunstancias varían constantemente, hacen que la función
directiva experimente una transformación.
Los directivos no están acostumbrados normalmente a estas nuevas técnicas,
ni tampoco se les ha formado adecuadamente. Subyace el mito de que realizar un
trabajo con un ordenador es "darle a una tecla" y, en estas
condiciones, no es extraño que no puedan reconocer la importancia real de los
trabajos que se llevan a cabo. La responsabilidad de que los procesos
mecanizados funcionen suele recaer sobre empleados de mucho menor nivel, que
suplen con su esfuerzo las inadaptaciones de la estructura jerárquica a los
nuevos métodos de trabajo.
Debido a estos cambios permanentes, la movilidad de personas es un tema
que se está planteando constantemente. Si hoy se sustituyen cinco personas por
tres máquinas y tres personas, y en otro sitio hace falta gente, ¿cómo llevar
la gente que sobra de un sitio a otro en que es más necesaria?. Puede ser que
tengan que cambiar de tipo de trabajo, o de residencia, o ambas cosas.
Obviamente, la solución que parece más fácil, que se cambien sin más, es
también la más arriesgada, ya que puede ser que esas personas no tengan a
priori la formación específica requerida, que no les guste el nuevo puesto,
que no deseen cambiar de ciudad, etc. Ciertamente, la solución que parece más
simple puede ser la más complicada.
En una organización estática, que haya alcanzado cierto punto de
equilibrio, existe cierta correlación entre la importancia y funciones de cada
puesto y su categoría y remuneración profesional. Sin embargo, en un proceso
de cambio, es cada vez más frecuente encontrar puestos de trabajo clasificados
de una manera que no tiene nada que ver con su importancia real. Como las
personas suelen ser mucho más inteligentes y adaptables de lo que algunos
planificadores les suponen, son capaces de desarrollar funciones más
importantes de lo que a simple vista indica su categoría profesional. Este no
reconocimiento a su labor se debe, entre otras causas, a la tendencia natural de
dejar que las cosas que van bien sigan como están, en vez de analizar
constantemente cuál es el contenido y la dificultad de cada puesto de trabajo.
En muchas ocasiones, son los empleados los que en realidad están soportando la
mayor parte del coste de las transformaciones.
La formación permanente de las personas y la adaptación constante de
las estructuras son la única política realista para poder abordar las
transformaciones que la realidad impone.